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JOSÉ
ANTONIO
CABEZAS
FERNÁNDEZ
DEL
CAMPO
1.
INTRODUCCIÓN
Conceptos
generales
y
antecedentes
históricos
Si
ya
en
el
siglo
XVIII
se
reconocía
la
diferencia
entre
la
composición
química
del
mundo
mineral
y
la
de
los
organismos
vivos,
dando
origen
a
las
denominaciones
de
“Química
Inorgánica”
y
“Química
Orgánica”
–pasando
ésta
a
definirse
acertadamente
después
como
la
“Química
del
carbono”--
para
las
disciplinas
que,
respectivamente,
estudiaban
estas
cuestiones,
es
en
el
siglo
XIX
cuando
se
perfilan
en
esta
última
ciencia
las
diferencias
entre
los
distintos
principios
inmediatos
–sustancias
caracterizadas
mediante
un
análisis
suave
por
sus
propiedades
físicas
y
químicas--,
que
fueron
clasificados
como
hidratos
de
carbono,
grasas
y
sustancias
albuminoideas,
correspondientes
a
los
llamados,
después
más
precisamente,
glúcidos,
lípidos
y
prótidos,
respectivamente,
dentro
de
la
entonces
incipiente
Bioquímica.
Lógicamente,
a
medida
que
se
avanzaba
en
el
conocimiento
de
la
composición
de
estas
sustancias
–que
pronto
se
observó
eran
particularmente
complejas
y
lábiles--,
se
apreció
que
existían,
además,
compuestos
formados
por
la
unión
fuerte
de
algunos
componentes
de
esos
principios
inmediatos,
entre
sí.
De
este
modo,
se
reconoció,
ya
en
1865,
por
Eichwald
(médico
ruso
que
trabajaba
en
Alemania
con
Scherer),
que
tanto
las
mucinas
de
algún
tipo
de
quiste
ovárico
como
las
secreciones
del
caracol
se
hallaban
formadas
por
una
“genuina
proteína
y
otra
porción
que
se
libera
como
azúcar”.
Esta
es
quizá
la
primera
definición
que
anticipa
acertadamente
el
concepto
que
después
se
consideraría
específico
del
grupo
de
las
glicoproteínas
o
glicoproteidos,
a
su
vez
pertenecientes
a
lo
que,
en
1973,
bautizaría
el
investigador
francés
Jean
Montreuil
–recientemente
fallecido--
con
el
nombre
de
“glycoconjugués”
(=
glicoconjugados
=
“glycoconjugates”).
La
composición,
estructura,
funciones
y
peculiaridades
de
dichos
glicoconjugados,
además
de
en
los
textos
de
Bioquímica,
se
hallan
descritas
en
revisiones
y
artículos
sobre
esta
materia
(1--5).
Brevemente,
algunos
de
los
logros
conseguidos
en
este
campo
han
sido
los
siguientes:
Ya
en
la
década
de
1930
se
averiguaron
datos
importantes
sobre
la
naturaleza
química
de
dichos
compuestos,
conocimientos
que
se
ampliarían
a
partir
de
1940
acerca
de
las
rutas
biosintéticas
de
los
mismos,
estableciéndose,
por
otro
lado,
después
de
1950,
la
estructura
de
grupos
sanguíneos
y
polisacáridos
bacterianos,
hasta
perfeccionarse
a
partir
de
1960
la
información
relativa
a
la
estructura
de
las
glicoproteínas,
así
como
lo
esencial
sobre
la
intervención
de
las
glicosiltransferasas
en
los
procesos
de
biosíntesis,
con
datos
que
se
ampliaron
y
afianzaron
acerca
de
este
mecanismo,
en
la
década
de
1970,
gracias
especialmente
al
trabajo
del
Premio
Nobel
Luis
F.
Leloir
y
sus
colaboradores.
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