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REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA AN. R. ACAD. NAC. FARM.
Farmacéutica», de Manuel Jiménez, texto al que pueden dedicarse
los mismos elogiosos comentarios que al Diccionario anterior.
Sin embargo hoy, y para este Prólogo, quiero fijarme en el «Dic-
cionario de Farmacia del Colegio de Farmacéuticos de Madrid»
(1860), magnífica obra que en dos gruesos tomos recoge todo el
saber farmacéutico de su tiempo y que pone de manifiesto el esfuer-
zo colectivo y el liderazgo de unos hombres en un momento difícil
de la Historia de España.
La historia del «Diccionario de Farmacia del Real Colegio
de Farmacéuticos» (1860)
Merece la pena leer la introducción de este Diccionario (que se
custodia en nuestra Biblioteca) porque vamos a encontrar un curio-
so paralelismo con lo que han sido los criterios y vicisitudes de la
elaboración del texto que presentamos.
En 1856 el Presidente del Real Colegio, Manuel Rioz y Pedraja,
propone a sus compañeros de Corporación el compromiso de elabo-
rar un Diccionario de Farmacia. Reto que asume la Sección Cientí-
fica (indudable rasgo académico del Colegio) y la Junta General. La
Sección Científica hace un repertorio de instrucciones para definir
las voces y señala ocho áreas o secciones de estudio que incluyen,
por ejemplo: «Materia farmacéutica, partes y productos de plantas»,
«Farmacia químico-orgánica», «Compuestos galénicos», «Física de
aplicación, vasos, utensilios y aparatos farmacéuticos»...
Abre las secciones a la colaboración de todos los «individuos» del
Real Colegio para que ellos elijan de acuerdo con sus conocimientos.
El método no daba, sin embargo, los resultados esperados y hacía
interminable la colección de voces y definiciones. En 1859 se dio un
giro al sistema, un golpe de timón, en tanto que se propuso acabar
el proyecto, «dando a la imprenta los materiales ya reunidos». La
Junta, sin embargo, no quiere arriesgar los caudales del Real Colegio
«porque sabe que otros libros importantes no se venden» y propone
que, «sin perder la propiedad de la obra», sea una empresa, «El Res-
taurador Farmacéutico», quien publique la obra a su cargo. El Real
Colegio nombra dos «individuos inspectores» para controlar, apro-
bar y revisar la obra. Por cierto, «El Restaurador Farmacéutico»
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