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J. SAN MARTÍN Y A. VALERO  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

eran conocidas desde antiguo por los habitantes de la zona por tener
propiedades beneficiosas para la salud.

    Como ya se señala en la parte de esta monografía dedicada a la
historia del balneario presentada por la Prof. Francés Causapé, a
mediados del siglo XVIII se utilizaron estas aguas en el tratamiento
de los enfermos del Lazareto existentes en ese lugar. Fue llamado
«Balneario de los Agoniantes». Parece ser que en 1770 ya existía el
balneario y aunque deteriorado en la guerra de la Independencia y
abandonado por los Padres Camilos en 1835, tras la desamortización
de Mendizábal, siguió siendo utilizado por los habitantes de la zona.

    Una de las primeras referencias bibliográficas sobre la utilización
de las aguas del Balneario Cervantes, es la de Madoz (1) quien, men-
ciona la existencia de unos baños minerales en El Salobral que «apro-
vechan las aguas procedentes de los restos de una mina de antimonio,
«Norias de Antimonio» y las de otro pozo contiguo que son frecuenta-
dos por vecinos y forasteros, logrando en ellos la curación de sus dolen-
cias; hay una casa para comodidad de los que van a bañarse».

    En la Memoria de 1906 sobre las aguas minerales de «LOS AGO-
NIZANTES», el médico Pedro Sanz (2) señala, en el apartado de
aplicaciones terapéuticas, «Estas aguas bicarbonatadas sódicas litíni-
cas por excelencia gozan de una merecida fama y están especialmente
indicadas en la dilatación de estómago, dispepsia por atonía flatulenta,
ácida, gotosa, gastroxia nerviosa, úlcera de estómago, gastralgia, con-
gestión del hígado, litiasis biliar, infartos del hígado y bazo, nefritis,
albuminuria, cólico hepático, nefrítico, litiasis úrica, gota, diabetes y
obesidad y en general en todas las enfermedades del aparato digestivo
y sus anejos, en las cuales compite con ventaja con sus similares
españolas … y con las de … en el extranjero.»

    Las instalaciones balnearias, conocidas como «Baños del Salo-
bral o Villa Elena», se mantuvieron con cierta actividad hasta media-
dos del siglo XX. En los primeros años de los 80 realizamos una
visita al Balneario. Una amable persona mayor que lo cuidaba nos
permitió el acceso a su interior. En la planta baja se encontraban las
dependencias para los tratamientos y otras estancias dedicadas al
alojamiento de los usuarios y sus familias, que portaban sus enseres;
una de esas dependencias era la cocina donde podían preparar sus
comidas; las habitaciones del piso superior, que estaban destinadas

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