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VOL. 72 (4), 643-659, 2006  HOMENAJE A RAMÓN Y CAJAL EN EL CENTENARIO DE...

posible que en la universidad actual, sin expediente adecuado, y su
fama de litigante, nunca hubiera obtenido una beca ni hubiese sido
aceptado en un laboratorio con medios suficientes. Tampoco habría
podido instalar el microscopio Zeiss que compró con sus ahorros
como médico del ejército en Cuba, en otro lugar que la cocina de su
casa. Pero me concedo el beneficio de la duda, ya que en universi-
dades jóvenes de reciente creación, necesitadas de personal docente
y con laboratorios hay huecos para gente más «iconoclasta» y no so-
metida totalmente a las leyes de los números para ejercer su pasión.
¿Será de esos reductos de libertad de donde surjan nuestras futuras
mentes con ideas originales?

    Me voy a permitir una visión y análisis diferente de la tan traída
y llevada historia de Cajal. Nace en el seno de una familia de clase
media, modesta, pero instruida, donde se valoraba el estudio y los
bienes «incluidos los materiales» que de él se derivan. Su padre y
seguro que su madre, no eran precisamente tolerantes con la falta de
aplicación de su hijo, y lo hacen pasar por experiencias laborales
manuales, que le hacen ver los valores añadidos del estudio y el
trabajo intelectual. Sin el control familiar el espíritu libre de Cajal
podría haber derivado en cualquier otra trayectoria vital, segura-
mente no tan loable. Ser médico no era una mala opción a mediados
del siglo XIX y Cajal lo supo comprender muy bien, eso sí, haciendo
gala de lo que da su tierra de origen, sin perder un ápice de su
carácter de aragonés indomable.

    Sus dotes para el dibujo eran innatas, aspectos que hoy día están
olvidados en los inmensos programas de estudio de nuestros escola-
res, la mayoría carecen de esa cualidad, pero los que la tengan no
deben de ser descuidados, y él las ejercitó. Era un artista capaz de
extraer lo esencial de lo que veía e imaginar en tres dimensiones lo
que eran las imágenes planas de las preparaciones para microscopio.
Cómo pudo entrever los planos de las diferentes capas del cerebelo
y sus células específicas, es todavía motivo de admiración. Cómo
imaginar la necesidad de un cono de crecimiento para que los axo-
nes crecieran y pudieran conectar con otras neuronas fue otra de sus
grandes intuiciones. Lo mismo que las grandes vías y caminos cere-
brales, todas ellas formadas por elementos discontinuos de células
neuronales que necesitarían comunicarse mediante señales quími-
cas, la gran teoría neuronal.

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