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MARIO SAPAG-HAGAR  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

gran peligro de la Humanidad no es el desarrollo del saber. Es la
ignorancia (42).

    Es, sin duda, la notable capacidad del sistema nervioso presidida
por el cerebro y la mente, lo que ha permitido al hombre imitar a
la Naturaleza e incluso modificarla, cortando y uniendo segmentos
de ADN, insertándolos, etc. Está así en condiciones de modificar o
intervenir a voluntad las memorias genética e inmunológica e inclu-
so la del sistema nervioso mismo, traspasando así el umbral de su
propia evolución. Ello puede traducirse en grandes beneficios (co-
rrección de enfermedades hereditarias, mejoras en la explotación
económica de animales y vegetales, etc., pero también en graves ries-
gos para el futuro del hombre incluyendo su supervivencia. Es esta
ingeniería genética la que asusta a algunos y preocupa a muchos,
creando un halo de misterio, sobrenaturalidad y potencialidad ge-
neradora de situaciones contra natura, de monstruos y pesadillas
que dejan, como lo ha expresado F. Jacob, un gusto a sabor prohi-
bido (43). Es, también, lo que ha servido para acusar a los científicos
de atentar contra la calidad de vida, de hacerla peligrar y de crear
la desconfianza hacia la Biología. Se repite así el problema del genio
encerrado en la botella, como cuando los científicos advirtieron sobre
el mal uso de la energía atómica para el futuro y supervivencia de
la humanidad. Pero, al igual que antes, los científicos se han esfor-
zado responsablemente en establecer normas éticas rigurosas para la
experimentación genético-molecular, conscientes de que todo ade-
lanto científico puede ser fuente de bienestar y, al mismo tiempo, de
grandes males. La ciencia tiene mucho de exigencia moral que nos
demanda desplegar todos nuestros esfuerzos para instaurar y respe-
tar, en todos los campos de la ciencia, la primacía de la ética.

    El hombre debe escoger sus metas, lo cual entraña sopesar valores
y no pueden hacerlo por sí solos en nombre de sus conciudadanos, con
precisión y objetividad. Deben exigir de ellos y de sus gobernantes
la oportunidad de discutir los riesgos, problemas y beneficios, asis-
tiéndoles por otra parte el deber de informarles y responder a sus
consultas. La ciencia ha establecido su base social y ha solicitado in-
sistentemente el apoyo de la sociedad y, por tanto, no sólo ha adqui-
rido responsabilidades sociales sino que además ha comprendido cuá-
les son sus propios principios éticos fundamentales. Merced a ellos,
se constituye en este mundo visible como único sujeto, objeto y térmi-

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