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VOL. 72 (1), 179-192, 2006 NECROLÓGICA DON ANTONIO PORTOLÉS ALONSO
ba en el Boletín Oficial del Estado de 27 de octubre de ese año, la
convocatoria para cubrir la vacante producida en la Medalla Núme-
ro 8 por el fallecimiento del Doctor Don Juan Abelló Pascual. El 3
de noviembre de 1983 avalaban la candidatura de Don Antonio Por-
tolés a esa Medalla, los Académicos de Número Don Román Casares
López, Don Leonardo Gutiérrez Colomer y Don Ángel Vián Ortuño.
En Junta General de 23 de febrero de 1984, el Doctor Portolés fue
nombrado Académico de Número Electo y en 14 de marzo de ese
año el Doctor Portolés manifestaba al entonces Director de la Real
Academia de Farmacia, Don Ángel Santos Ruiz, que «En la tarea de
cada día tendré presente la deuda contraída con la Academia», in-
tención que con su dedicación a la Real Academia cumplió sobrada-
mente, como iremos desvelando en su actividad en la Real Acade-
mia, pues era un hombre de Honor.
No tomaría posesión de la Medalla número 8 hasta el 16 de octu-
bre de 1986 con el discurso de recepción titulado Inmunofarmacolo-
gía. Nuevos horizontes en Biomedicina y Farmacoterapia. Le contestó,
en nombre de la Corporación, el Académico de Número Doctor Don
Alfredo Carrato Ibáñez, quien destacó del recipiendario, «entre mu-
chas otras cualidades positivas, por su tesón en el trabajo y su capaci-
dad para encontrar siempre soluciones idóneas entre los no pocos pro-
blemas que ha tenido que resolver», valorando su discurso como una
«valiosísima ofrenda... al apasionante capítulo de la Inmunofarmaco-
logía (con) inclusión de numerosos datos provenientes de su experien-
cia propia» y acompañado de una extensa bibliografía.
En su intervención en esta Real Academia con motivo de la Se-
sión Necrológica en memoria del Doctor Don Rafael Cadórniga
Carro, que tuvo lugar el 23 de marzo del año 2000, Don Antonio
recordaba no sólo la prestigiosa figura científica del Doctor Cadór-
niga sino también su método de trabajo en equipo en la Comisión
Permanente de Régimen Interior y su colaboración con él en las
tareas rectoras de nuestra Corporación. La estima que ambos se
tenían era mutua y el Doctor Cadórniga ponderaba incesantemente
la actividad de Don Antonio al frente de la Secretaría.
Don Antonio era un hombre de fe, siempre abierto a la esperanza
de un mundo mejor, gracias a la Bondad humana y al avance de la
Ciencia y la Cultura, así lo afirmaba en el Discurso de la Sesión
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