Page 234 - 71_04
P. 234

VOL. 71 (4), 993-1005, 2005  NECROLÓGICA DON ÁNGEL SANTOS RUIZ

fórmulas que desarrollaba durante la explicación—, o mediante dia-
positivas.

    Aunque fiel a su norma de que «al alumno el detalle del problema
no le interesa tanto como el conocimiento de conceptos genéricos,
de los que debe darse cuenta con interpretación y visión ajusta-
da» (3), el hecho es que lograba exponer tan exhaustivamente los
temas —a veces complicados— de ambas Bioquímicas que resultaba
innecesario, por inútil, el intento de algunos (pocos) alumnos de
ampliar conocimientos mediante la consulta de tratados o textos
(entonces no tan numerosos y más áridos que los de ahora). Esto no
sucedía con ninguna otra asignatura. No hay que olvidar que, para
la obtención de altas calificaciones, solía ser aconsejable la consulta
de obras existentes no sólo en la bien dotada biblioteca de la Facul-
tad sino también en la Biblioteca Nacional.

    Retrospectivamente, pienso que el alto nivel de las clase de Bioquí-
mica podría deberse asimismo a que Don Ángel incorporaba en sus
exposiciones conceptos de las asignaturas de Medicina, cuya carrera
él estaba estudiando, por libre, en aquellos años, en la famosa Univer-
sidad de Salamanca. Más que obras generales de Bioquímica, sí nos
eran útiles, no obstante, monografías, como las escritas por el propio
Catedrático, tales como las relativas a hormonas (del año 1940), vita-
minas (1941), hidrocarburos (1943), fermentos (1944), bioelementos
(1946), o su traducción acerca de los lípidos (1950), etc.

    Más tarde, ya apareció un «Tratado de Bioquímica» del que era
coautor Don Ángel. En efecto, desde la primera edición de un libro
español de Bioquímica que fue el del iniciador de esta ciencia en
nuestra nación —el Profesor Don José Rodríguez Carracido—
en el año 1903 —muy ampliado en su segunda edición de 1917—,
escasísima fue la producción y, por tanto, la utilización de obras
para la enseñanza de la Bioquímica que no fueran traducciones, en
la primera mitad del siglo XX. Poco después, sí surgirían bastantes
traducciones, de las que merece ser destacada la realizada fielmente
por nuestro compañero Profesor Bernabé Sanz; si bien Don Ángel
nos recomendaba beber de las fuentes originales, como él hacía.

    En la década de 1960 el panorama cambió, cuando llegó a Bar-
celona como Catedrático el inteligente Don Vicente Villar; quien,
carente de laboratorio bien dotado en un principio, pudo aprovechar

                             997
   229   230   231   232   233   234   235   236   237   238   239