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ANA MARÍA PASCUAL-LEONE PASCUAL  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

 FIGURA 2. Gráfica extractada del trabajo de Batterham RI et al. (6). Infusión de
   PYY a poblaciones humanas obesas y delgadas. Los obesos presentan siempre
       niveles plasmáticos de PYY disminuidos frente a los delgados (ver texto).

    La primera pregunta que surge es ¿cómo llega este péptido PYY a
nivel cerebral? (3) Para comprender cómo el intestino «habla» al ce-
rebro, que se han preguntado muchos investigadores, hay que anali-
zar las características especiales del sistema nervioso del tracto gas-
trointestinal, o, mejor dicho, del sistema nervioso entérico. El sistema
nervioso entérico es el único sistema nervioso periférico capaz de ela-
borar y mediar repuestas y reflejos propios. Estos reflejos intestinales
pueden ser secretores o peristálticos. Embebidos en las fibras mus-
culares lisas y glandulares del sistema gastrointestinal existen micro-
circuitos de neuronas aferentes vagales, interneuronas, o neuronas
motoras, capaces de elaborar respuestas humorales o mecánicas, res-
pondiendo a cambios de pH, tonicidad o, también, a la propia compo-
sición del bolo alimenticio. Las paredes del intestino están tapizadas
de microvilli que «gusta» el bolo alimenticio y analiza la composición
de éste en glucosa, aminoácidos o lípidos. Las células secretoras del
intestino son glucosensibles y reaccionan a la falta de glucosa ingeri-
da. Y estas fibras aferentes vagales proyectan las sensaciones intes-
tinales al complejo vagal posterior del cerebro (10).

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