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J. M. CALLEJA SUÁREZ  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

por lo que D. Manuel se llevaba muy bien con los de la planta baja
y con los de la planta alta.

     Fue Director del Colegio Mayor de la Universidad Generalísimo
Franco, hoy Rodríguez Cadarso, participó en el inicio y desarrollo de
los primeros cursos de verano y, en octubre de 1951, pronunció el
discurso inaugural de apertura de curso con el tema: Evolución de
la Fitoterapia cuya lectura todavía hoy arroja conceptos muy intere-
santes para los farmacognostas. Durante el mandato del rector D.
Ángel Jorge Echeverri, desempeño el cargo de Administrador Gene-
ral de la Universidad, cargo del que dimitió al trasladarse a Madrid.

    Por consiguiente, en Santiago, su actividad académica, no ha
estado reducida a la docencia e investigación, sino que se completó
ampliamente con labores de gestión y extensión universitaria.

    Sin embargo, únicamente a nivel científico y estrictamente aca-
démico es posible hablar de D. Manuel solo. Para el resto, es obli-
gado hablar en Santiago del matrimonio Serranillos y de la familia
Serranillos. El Gómez-, a nivel de calle, creo que tuvo poco éxito.

    Yo no he conocido un matrimonio tan compenetrado y, casi me
atrevería a decir tan pendiente uno del otro como lo fueron ellos
dos. Doña Milagros, siempre en una discretísima posición acompa-
ñaba a su marido en todo evento; desde un Tribunal de oposiciones,
una tesis doctoral, unas conferencias. Creo firmemente que una gran
parte de la actividad vital de la que D. Manuel hacía gala, se asen-
taba en la presencia callada y constante de Doña Milagros. Solía
venir por el laboratorio a buscar a D. Manuel sobre las siete y media
de la tarde y siempre tenía una palabra amable para los que allí nos
encontrábamos. A veces, cuando tenía que esperar a que D. Manuel
terminara de dar instrucciones de lo que deberíamos hacer al día
siguiente, nos miraba con una mirada llena de comprensión y con-
miseración. Con el paso del tiempo, y ya trasladados a Madrid, mis
relaciones con Doña Milagros fueron entrañables; por disfrutar de
su calidad humana, por disfrutar de una cocina de altos vuelos y
después por recibir en el campo de la gastronomía, del que quiero
ser un modestísimo aficionado, sabios y atinados consejos y recetas,
hasta tal punto, que entre bromas y veras, yo le decía a D. Manuel
que desde su traslado a Madrid yo aprendía mucho más con Doña
Milagros que con él.

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