Page 193 - 70_01
P. 193
J. M. CALLEJA SUÁREZ AN. R. ACAD. NAC. FARM.
por Oposición la Cátedra de Farmacognosia de la Universidad de
Santiago de Compostela, Cátedra que había quedado vacante por la
jubilación en 1941 del santiagués Prof. D. Antonio Eleicegui López,
Catedrático de Materia Farmacéutica Vegetal desde 1898. D. Manuel
va a ser el noveno Catedrático que ocupa esta Cátedra en Santiago
de Compostela, desde que D. Antonio Mayo Sánchez, primer Cate-
drático de Materia Farmacéutica Vegetal lo fuera en 1860, y es el
primero con la nueva denominación de Farmacognosia.
D. Manuel llega a Compostela recién casado y con 28 años de
edad, en compañía su padre, D. Evelio Gómez-Serranillos Lázaro,
farmacéutico de Talavera de la Reina, y se encuentra con una ciudad
donde la Universidad y la Iglesia constituían el foco dinamizador y
de atención de la ciudad.
La llegada de un nuevo Catedrático era ampliamente celebrada.
Salía en los dos periódicos locales; El Correo Gallego y La Noche, se
tomaba posesión de la Cátedra en un acto solemne y, en la Facultad,
se impartía la primera lección en un acto público. Todos estos even-
tos, en una ciudad pequeña como Santiago hacían que el recién
llegado fuera inmediatamente conocido por toda la población y la
condición de Catedrático era como una tarjeta de crédito de oro en
toda la ciudad pues se podía efectuar cualquier adquisición sin ne-
cesidad de abono inmediato, solo por ser catedrático, y sin necesi-
dad de identificarse, pues el comerciante ya conocía al personaje. D.
Manuel tenía muchas y muy sabrosas anécdotas de aquellos prime-
ros tiempos; tiempos de posguerra difíciles, con racionamientos y
escasos y caros avituallamientos. Muchas veces le he oído decir que
ante la escasez y carestía de aceite de oliva, la familia Gómez-Serra-
nillos comía una o dos veces por semana marisco como plato prin-
cipal, ya que por aquel entonces, sin los canales de comercialización
hoy establecidos, el marisco en Galicia era un subproducto económi-
co y su elaboración, en todo caso, solo exige agua, sal y unas hojas
de laurel, por lo que una comida con ostras, centollas y cigalas era
mucho más asequible que cualquier alimento frito que consume
aceite. Yo creo que también era una muy buena justificación para
hacer economías, porque en casa de D. Manuel en la que siempre se
ha comido excelentemente, años más tarde, cuando el aceite de oliva
ya era mucho más barato que el marisco, se seguía con la misma
norma.
192