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S. JIMÉNEZ  ANAL. REAL ACAD. NAL. FARM.

                                        EPÍLOGO

        El recuerdo a Liebig en este segundo centenario de su nacimiento
supera los límites del reconocimiento científico a su labor para convertirse e
un auténtico deber social, que puede extenderse a cuantos sectores socio-
económicos se enfrentan hoy con el problema del desarrollo sostenible.

        En el siglo en que vivió Liebig el impacto social del desarrollo
científico ya había iniciado su influjo sobre el aumento del nivel de vida de la
sociedad. Este influjo se ha intensificado durante el último siglo y medio,
hasta el punto de que las mejoras de la salud pública y de la alimentación han
constituido un beneficio social indiscutible. Sin embargo, también se ha
generado un consumo masivo de los recursos naturales, cual si estos fueran
susceptibles de una demanda superior a la oferta, por tiempo indeterminado,
sin riesgo para su recuperación.

        Personajes como Liebig, al preocuparse por conocer los mecanismos
de reciclado, prestaron un valioso servicio a las comunidades que iban a
sucederle. Nuestra sociedad actual es deudora de aquellos investigadores, al
igual que las futuras lo serán de los presentes. Una vez dada la voz de alarma,
la Ciencia y la Técnica han aceptado el reto de mantener la sostenibilidad,
incluso para una población cuatro veces superior a la de siglo XIX.

        Por ello, en reconocimiento a Liebig y a cuantos han aportado algo en
esta línea, quiero terminar con la glosa de unos versículos de un salmo (104:
13-15) que refleja la cosmogonia del Genesis sobre la capacidad
reproductiva de la naturaleza:

            De tus altas moradas abrevas las montañas
            del fruto de tu cielo* hartas la tierra;
            la hierba haces brotar para el ganado,
            y las plantas para el uso del hombre,

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