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F.
Díaz--Fierros
Vigueira
INTRODUCCIÓN
De
acuerdo
con
la
Organización
Mundial
de
la
Salud,
la
“Salud
Ambiental”
(1993)
comprende
“aquellos
aspectos
de
la
salud
humana,
incluida
la
calidad
de
vida,
que
son
determinados
por
las
condiciones
físicas,
biológicas,
sociales
y
psicológicas
del
medio
ambiente”
(Basset,
1999).
En
consonancia
con
esta
definición,
el
“Hombre
Sano”
que
es
el
objetivo
de
todas
las
ciencias
sanitarias,
incluida
la
farmacéutica,
sería
aquel
que
goza
de
un
equilibrio
interior
(fisiológico
y
psicológico)
y
vive
en
un
ambiente
sin
agresiones
(físicas,
químicas,
biológicas
y
sociales)
Como
factores
fundamentales
del
medio
físico
que
determinan
en
última
instancia
las
características
de
esta
rama
importante
de
la
sanidad,
se
considerarían
la
atmósfera,
el
agua
y
el
suelo.
Todos
ellos
juegan
un
papel
esencial
y
diferenciado
en
la
recepción,
acumulación,
atenuación
y
trasmisión
de
las
substancias
contaminantes
hacia
el
ser
humano.
Sin
embargo,
la
percepción
por
la
sociedad
de
su
influencia
sobre
la
salud
humana
tuvo
una
historia
muy
diferente,
siendo
el
suelo
el
último
componente
del
medio
físico
que
fue
aceptado
como
problema
ambiental
(Petts
et
al.,
1997).
Anteriormente,
el
agua
había
sido
considerada
como
un
problema
importante
para
la
salud
humana,
a
finales
del
siglo
XIX,
cuando
fue
demostrada
la
transmisión
hídrica
de
muchos
microorganismos
patógenos
(cólera,
tifus,
etc.)
(Grosclaude,
1999,
Díaz--Fierros,
2010).
Después
de
la
Segunda
Guerra
Mundial,
los
estudios
epidemiológicos
que
ponían
en
evidencia
la
relación
entre
las
enfermedades
respiratorias
y
la
contaminación
de
las
atmósferas
urbanas
(Mc
Dermott,
1961)
dieron
origen
a
las
primeras
medidas
reguladoras
de
carácter
medio
ambiental
sobre
el
aire.
Y
sería
ya
en
los
comienzos
de
los
ochenta,
al
producirse
el
desmantelamiento
de
la
industria
pesada
que
tuvo
lugar
en
muchos
países
avanzados,
cuando
se
descubrió
la
existencia
de
amplias
superficies
de
suelos
contaminados
con
productos
de
probada
toxicidad
(Petts
et
al.,
1997).
Otros
factores
que
habrían
influido
en
la
falta
de
sensibilidad
de
la
sociedad
frente
a
la
contaminación
de
suelos
y
que
retrasaron
las
medidas
de
su
evaluación
y
control,
pudieron
estar
relacionados
con
alguna
de
las
características
propias
de
la
contaminación
del
medio
edáfico.
Salvo
casos
excepcionales
(p.
ej.
la
población
infantil)
no
existe
una
exposición
directa
del
ser
humano
a
los
suelos
contaminados,
las
relaciones
causa--efecto
no
son
tan
evidentes
y
se
aceptaba
que
el
suelo
era
un
medio
con
una
capacidad
casi
ilimitada
para
almacenar
y
retener
substancias
contaminantes
sin
efectos
nocivos
(Douben,
1998,
IGME,
2005).
De
todas
formas,
el
interés
creciente
que
se
desarrolló
sobre
los
suelos
contaminados
multiplicó
en
los
últimos
años
los
métodos
de
identificación
y
estudio,
así
como
las
medidas
legislativas
de
control
correspondientes.
En
Europa,
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