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GUILLERMO
TENA
NÚÑEZ
en
balde
la
razón
armoniza
los
sentimientos,
que
según
Julián
Marías,
en
Antropología
Metafísica,
que
estudia
mi
hijo
Carlos,
dice
que
“son
una
abreviatura
de
la
realidad
personal
en
su
integridad”.
En
resumen,
elegimos
amigos
por
propia
iniciativa
y
sentimientos.
Ambos
teníamos
criterios
muy
similares,
lo
que
me
lleva
al
recuerdo
considerar
una
relación
como
buena
amistad.
Según
el
filósofo
Dietrich
von
Hildebrand,
tío
abuelo
de
mi
mujer,
y
de
los
pensadores
Julián
Marías
y
Ortega
y
Gasset
podemos
llamar
amigos
a
personas,
con
cuantos
ratos
compartidos!
científicos
y
deportivos.
Los
filósofos
acreditan
que
existe
una
buena
amistad,
cuando
para
quererse
hay
que
conocerse
y
para
conocerse
hay
que
tratarse,
y
esto
ocurría:
nos
tratábamos
en
la
Academia,
y
en
la
costa
y
el
mar
de
Mallorca.
En
cierta
ocasión
le
comenté
a
Guillermo,
que
le
conocí
a
través
de
la
literatura
científica,
antes
que
personalmente,
pues
leía
sus
cartas
sobre
el
“Síndrome
del
aceite
toxico”
en
la
Revista
Nature,
a
la
que
estaba
suscrito.
Y
que
fue
tema
de
su
discurso
de
toma
de
posesión
en
esta
Real
Academia
Nacional
de
Farmacia.
Luego
nos
conocimos
personalmente
en
esta
casa,
y
me
brindó
su
amistad,
pues
en
ambos
estaba
presente
además
de
Mallorca
la
Academia.
En
aquella
reflejábamos
los
hermosos
días
de
verano,
y
en
esta
las
inquietudes
científicas
afines,
y
en
ambos
lugares
la
amistad
y
la
toxicología.
Él
como
Director
del
Instituto
Nacional
de
Toxicología,
del
Ministerio
de
Justicia,
y
el
que
os
habla
Jefe
de
Área
de
Toxicología
del
Instituto
de
Salud
Carlos
III.
Fuimos
pues
buenos
amigos
aunque
nos
separaban
12
años
de
edad
(nacido
en
junio
1923
y
el
que
os
habla
en
abril
del
35).
Guillermo,
inteligente
y
solidario.
Compartía
sus
bienes
y
su
alegría
con
sus
amigos,
siempre
dispuesto
al
diálogo
que
abre
la
inteligencia
del
científico,
y
sabía
bien
que
el
hombre
desea
en
primer
lugar
el
conocimiento
de
la
verdad
(además
de
permanecer
en
su
ser),
que
es
propio
de
su
naturaleza
(aunque
nos
parezca
mentira
en
nuestra
época
de
guerras,
intolerancia
y
corrupción
con
ausencia
de
flexibilidad
y
de
comprensión,
aún
en
el
ámbito
político
y
entre
cierto
grado
de
amistad).
Además,
Guillermo
nos
transmitía
felicidad
y
alegría
por
su
cultura
y
su
formación.
Todo
ello
muestra
el
amor
a
la
ciencia
y
a
la
verdad,
y
sin
amor
la
ciencia
pierde
su
humanidad.
Su
intensa
vocación
profesional,
social
y
humana
la
demostró
al
enfrentarse
con
el
“Síndrome
del
aceite
tóxico”,
que
afectó
a
nuestro
país
en
el
año
1981,
se
dedicó
por
completo
a
desentrañar
el
misterio
de
la
epidemia,
como
buen
y
apasionado
investigador,
a
lo
que
se
referirá
su
hija
María
Teresa.
También
manifestó
sus
cualidades,
al
difundir
y
comentar
científicamente
el
porqué
de
la
misteriosa
enfermedad
de
nuestro
pintor
Francisco
de
Goya,
cuyos
padecimientos,
decía
Guillermo,
concuerdan
más
con
la
intoxicación
plúmbica
del
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