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JUAN MANUEL REOL TEJADA AN. R. ACAD. NAC. FARM.
nas de 1996, que se celebran para conmemorar el 50 aniversario del
ingreso de nuestra Academia en el Instituto de España en 1946. Es
una delicia leer sus cartas a ministros, embajadores, banqueros de
alta alcurnia, científicos... y observar cómo explica el sentido de las
Jornadas y su objetivo: revisar el panorama científico de esa hora,
los desafíos sanitarios (el sida, las enfermedades parasitarias, la
mejora de la salud pública) y a la vez mostrar la calidad de los
científicos de las Academias farmacéuticas y de los cultivadores de
estas ciencias.
Fernández-Galiano puso trabajo, inteligencia e ilusión. Esta rece-
ta fue determinante para el éxito de las Jornadas. En estos ejemplos,
insisto, se percibe como aquél entiende el carácter universal de la cien-
cia, su influencia en la historia y su interés por el papel de España.
Traté bastante a Fernández-Galiano. Vi su compromiso con la
Academia y percibí su esfuerzo por incorporar a los mejores. Citaré
sólo a dos compañeros cuyo ingreso es, en gran parte, iniciativa
suya: el Profesor Espinós y el Profesor Lacadena.
Le vi actuar en las Juntas de Gobierno: siempre interesado,
demostrando su profundo conocimiento de la Academia y sus carac-
terísticas, firme en sus convicciones, sabedor del peso de su opinión,
dialéctico duro, nunca descortés. Recuerdo con emoción como des-
pués de una viva discusión sobre un tema académico, me dijo: «una
cosa me tranquiliza totalmente, que tú llevas ese tema». Era yo
entonces vicepresidente.
Casi simultáneamente a mi elección como Presidente, Emilio Fer-
nández-Galiano sufrió su primer problema, grave, de salud. Nunca se
recuperó, aunque una vez asistió a una reunión en la Academia.
En los primeros tiempos le visité con cierta frecuencia. Me ense-
ñaba los textos que recogían sus puntos de vista o sus trabajos de
investigación botánica. Hablábamos de todo. Leía todos los asuntos
relacionados con la Academia. Poco a poco sus facultades merma-
ban. Producía desasosiego ver a un hombre de su actividad anterior
postrado en una silla, con sus ojos negándose a leer.
De esta época guardo dos ejemplos de comportamiento excepcio-
nal, de abnegación y amistad. Carmen, su mujer, su compañera de
toda la vida, poniendo serenidad y sacrifico a estos últimos difíciles
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