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JUAN MANUEL REOL TEJADA  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

la historia de la botánica en el marco social, cultural y económico de
cada momento.

    Por ejemplo, Fernández-Galiano describe perfectamente cómo en
los tiempos ilustrados la Universidad se mantiene en posiciones in-
movilistas a fuerza de guardar celosamente su autonomía frente al
poder real, lo que explica la creación de instituciones nuevas: Aca-
demias, Escuelas de Ingenieros, Jardines Botánicos cuyo dinamismo
influirá sobre las Universidades. El Profesor Fernández-Galiano
cuenta cómo la gran empresa que supuso el CSIC no significó, pa-
ralelamente, la modernización de las Universidades y cómo los jóve-
nes científicos nutrieron los Institutos de nueva creación mientras la
dotación para nuevas Facultades y Cátedras se estancaba. La Univer-
sidad, dice, languidecía hasta 1953. Fernández-Galiano cita, con gran
agudeza, que la Microbiología entró en la Universidad a través de la
Facultad de Farmacia, 86 años después de los trabajos de Pasteur y
la Genética, 88 después de Mendel. Contrapone este retraso con el
esfuerzo anticipador de J. M. Albareda que introduce la Edafología
en los estudios universitarios, o con el progreso de la moderna cien-
cia botánica que engarza sus saberes con los aspectos ecológicos:
sociología-botánica, botánica-ecológica... Este esfuerzo, especialmen-
te desarrollado en la Facultad de Farmacia, supone una vuelta de
investigadores del CSIC interesados, también, por «la apasionante
labor de la docencia universitaria». Quiero señalar que quien mani-
fiesta tener una visión tan clara de los sucesos históricos y su inter-
pretación, decía que no le interesaba nada la historia.

    En tercer lugar, el discurso de Fernández-Galiano pone de mani-
fiesto a un hombre que expresa un patriotismo crítico. Recoge las
palabras de M. Pelayo que se duele de que un país que ha dado
grandes exploradores, botánicos, mineralogistas, navegantes... se
encuentre en el siglo XIX, tras el fallecimiento de Cavanilles y el
exilio de Lagasca, tan postrado: «Ya no enviamos expediciones de
astrónomos y naturalistas para estudiar la flora de México, Perú o
Nueva Granada. Ya no se crean parques de aclimatación zoológica
como los de Orotava y San Lúcar de Barrameda. Ya no salen de
entre nosotros químicos que descubran el platino, el tungsteno y el
vanadio, ni matemáticos que creen nueva ciencia, como Lance y
Betancourt. Ya no es estudio de moda el de la botánica como en
tiempos de Carlos IV...»

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