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VOL. 71 (4), 1017-1022, 2005 NECROLÓGICA DON ÁNGEL SANTOS RUIZ
Es un hecho conocido que la colaboración científica entre Don
Ángel y yo se extiende desde los tiempos de mi Tesis Doctoral diri-
gida por Federico Mayor. Esta colaboración ha continuado durante
casi cincuenta años. Entre los últimos artículos que publicamos Don
Ángel y yo, se puede citar el aparecido en los Anales de la Real Aca-
demia de Medicina. Trataba de telómeros y telomerasa. Otro sobre
Restricción calórica fue recogido en la Monografía de nuestra Aca-
demia, sobre Alimentos coordinada por Bernabé Sanz.
Otra colaboración entre Don Ángel y yo han sido los cursos del
Tercer Ciclo del Instituto de España, que se inauguraron en 1989. El
último fue el del presente año, sobre Bases Moleculares del Estrés
Oxidativo en el que intervenían también Bartolomé Ribas Ozonas y
Ángel Villar del Fresno. El curso finalizó en los primeros días del
pasado mes de abril.
Entre otras actividades académicas Don Ángel realizó numerosos
discursos de contestación a los ingresos de los Académicos Numera-
rios, con la pulcritud y sabiduría que él ponía en todo lo que hacía.
Hay que destacar los correspondientes a sus discípulos más directos:
en 1976 contestó al ingreso de Federico Mayor Zaragoza, en 1987 al
ingreso de la que les habla, en 1990 a José Antonio Cabezas y en
2001 a María Teresa Miras Portugal.
En esta Academia la mayor parte de los Académicos Bioquímicos
son, en mayor o menor grado, discípulos de Don Ángel: Bartolomé
Ribas, Manuel Ruiz Amil, Miguel Deán Guelbenzu, José Antonio
Muñoz Delgado, Francisco Ferrándiz, José Miguel Ortiz Melón,
Evangelina Palacios Aláiz, José Luque Cabrera, Manuel López Pérez,
Miguel Ángel Santos-Ruiz, etc. De segunda generación: Magdalena
Ugarte, José María Medina, Ángel Reglero, etc. De tercera genera-
ción: Manuel Benito, Margarita Lorenzo, etc. Otros Académicos dis-
cípulos de Don Ángel nos dejaron y a ellos quiero ahora dedicarles
un recuerdo: Carmen García Amo, Manuel Sanz Muñoz, Dolores
Stamm Menéndez y Ana María Galarza Basanta.
La importancia que Don Ángel daba a las Academias a las que
pertenecía se hacía manifiesta en su asiduidad. En nuestra Real
Academia esta asiduidad ha sido espectacular. Desde 1941, año en el
que ingresó, él dedicó todos los jueves de su vida a las tareas acadé-
micas. Para él la Academia era algo muy importante. En el Anuario
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