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GASPAR GONZÁLEZ GONZÁLEZ AN. R. ACAD. NAC. FARM.
miten citar con conocimiento de causa otra faceta de su poliédri-
ca humanidad. A sus profundos saberes científicos y tecnológicos,
unía una gran cultura, con un extenso conocimiento del idioma,
que manejaba con fluidez y tino. Era un ávido lector y tenía la mente
abierta al análisis de todas las doctrinas. Cito como paradigma que
el último libro que tenía sobre su mesa de trabajo fuese, precisamen-
te, el del sobresaliente y bien conocido científico, agnóstico, Peter
Atkins: «El dedo de Galileo» (31). Los que lo hayan leído saben bien
lo que esto significa en aras de lo que acabo de afirmar.
Segundo Jiménez era fiel y generoso con sus amigos, agradecido
con sus maestros, siempre apegado a sus discípulos; generosidad,
agradecimiento y apego que manifestaba en cualquier ocasión pro-
picia. De lo primero mi mujer Ana María y yo, con muchos otros
colegas y amigos aquí presentes, somos testigos de cómo con su
esposa, Ana María de Garnica, no desperdiciaba ocasión para re-
unirnos y agasajarnos en su hogar o fuera de él. De su agradecimien-
to y devoción a sus maestros queda constancia escrita en las enco-
miásticas menciones que hace a los que fueron sus más inmediatos
mentores, sobre todo a los que de modo más inmediato influyeron
en su vida profesional y académica, como los profesores Burriel
Martí, Vián Ortuño, Carpena Artés y Santamaría (32, 33). Del apego
a sus numerosos discípulos, algunos ya catedráticos y maestros que
siguen su estela como los académicos Ernesto Castañeda, M.ª del
Carmen Cartagena y M.ª Dolores Climent, es una prueba el orgullo
con que nos los presentaba y la indefectible asistencia con que pre-
miaban sus cursos y conferencias.
Segundo Jiménez Gómez, desde que el año 1974 ingresa como
Correspondiente en esta Real Academia, se vinculó en cuerpo y alma
a la misma «consciente —decía— de que el rango y dignidad de aque-
lla designación no podía tener parangón con el de Académico de Nú-
mero» (32), honor que alcanzó en 1991 a propuesta de los fallecidos
académicos profesores Vián Ortuño, Carpena Artés y Sanz Pedrero,
ocupando el sillón 43 de nueva creación.
En fin, sería traicionarlo no dar cuenta en este acto de dos face-
tas trascendentales de la personalidad de Segundo Jiménez Gómez:
su amor a España y la dimensión cristiana de su vida. De la primera
daba pruebas fehacientes como militante activo del partido político
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