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REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA AN. R. ACAD. NAC. FARM.
virus, que permitirá un mayor desarrollo de la terapia tisular y ce-
lular regenerativa, para cuya aplicación nuestros jóvenes deberán de
estar preparados, pues requerirá de nueva metodología y tecnologías
punteras, y que sin duda constituirán en un futuro próximo una
nueva especialidad hospitalaria.
También están los primeros, aunque modestos, logros en la va-
cuna del SIDA, de lo cual tenemos información de primera mano en
nuestra Academia.
Y entre las muy buenas noticias está el hecho de que la gripe tipo
A/H1N1 no se convirtió en la terrible pandemia esperada, tal vez,
porque la alarma incrementó la vigilancia y la higiene. El proble-
ma es que ahora muchos países occidentales, entre ellos el nuestro,
no saben cómo darle salida a las vacunas, que en mi opinión es el
menor de los males, pero siempre tenemos que quejarnos de algo.
Aunque el hecho de tener un nuevo virus tan fácil de contagiarse
y susceptible de mutar y recombinarse no es reconfortante y es una
seria advertencia para proseguir con ahínco los estudios sobre los
reservorios naturales de estos virus que siempre han acompañado a
la humanidad.
¡Y qué pasa con la crisis! Pues bien, la crisis no puede suponer
una parálisis en el conocimiento. Los grandes logros que he citado
no serán nada si no se desarrollan a término. No podemos dejar que
la crisis retrase el conocimiento, o lo paralice en las diversas áreas
de ciencias de la vida y la salud. El estudio y la investigación es lo
que hace la diferencia entre los países desarrollados y los dependien-
tes. Debemos ser creativos y optimizar al máximo los recursos y
nuestra Academia debe de ayudar en esa optimización haciéndose
eco de los problemas que atañen a nuestras facultades y laborato-
rios. Necesitamos crear ilusión y darle alas al espíritu científico.
Para salir de las muchas crisis que nos esperan y conseguir optimi-
zar nuestros recursos, que son sobre todo humanos, necesitamos
seguir estimulando las vocaciones docentes e investigadoras en cien-
cias de la vida y la salud y nuestra Academia puede y debe dar ese
ejemplo tan necesario en nuestro país. Recordemos que es muy fácil
ir hacia atrás y solucionar las cosas con curanderos imponiendo las
manos y diciendo frases extrañas, lo que no es nada nuevo en occi-
dente, y me gustaría recordar a Shakespeare en una de sus obras.
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