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N. VÍCTOR JIMÉNEZ TORRES AN. R. ACAD. NAC. FARM.
desarrolló su actividad y, a esta sazón, recuerdo la frase «Era tan
pobre que no tenía más que dinero», con la que el cantautor y poeta
Joaquín Sabina inicia su canción «Pobre Cristina» (1990).
A Juan Manuel le gustaban las tertulias y era organizador de las
mismas porque era un extraordinario comunicador. En su juventud
estrenó una comedia, con su pandilla de amigos, siendo el autor del
guión; eso sí, aplicando el apotegma del Tao: «el que sabe no habla;
el que habla no sabe». Era un hombre que entendió la vida como
una apertura hacia el otro y, en palabras de nuestro compañero José
Félix Olalla, esto era así porque había hecho de la amistad y del
verbo una terapia.
Juan Manuel, en familia, no era tan serio como aparentaba; tenía
chispa y encanto; era reconocido como el referente de la misma por
su alta responsabilidad que tuvo que demostrar garantizando el sus-
tento de su familia tras la muerte de su padre.
Juan Manuel en su libro «Palabras de Todo y Nada», escribió:
«confieso que he vivido como Neruda». Y añadía: «la vida ha sido
generosa conmigo, tengo cinco hijos y una mujer sensible y fuerte».
Pues, mi querido Juan Manuel, ahora ya son cinco los nietos que te
han dado tus hijos.
Manifestaba una gran devoción por su mujer y era altísimo el
grado de complicidad que mantenían; todas las decisiones familiares
siempre fueron por consenso. Es este un buen momento para desta-
car que María Ángeles, además de las cualidades citadas, manifestó
un extraordinario entusiasmo por la actividad de su marido al que
siempre acompañó en sus múltiples desplazamientos por Castilla y
León, por España y por el mundo.
Juan Manuel inculcó a sus hijos valores como la tolerancia y la
fortaleza y una educación basada en el trabajo bien hecho, el sentido
del deber y la honradez; a todos les dio un mismo consejo: hay que
buscar la felicidad en la vida y ser el mejor en lo que hagas, sin
importar la actividad que desarrolles. Era un hombre de mucho
ánimo y ni el sufrimiento que le ocasionaba su enfermedad le impe-
día mantener su alegría con los diferentes miembros de la familia,
especialmente con sus nietas, que a pesar de las diferencias de edad
entre las mismas a cada una le aportaba lo que presentía que nece-
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