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VOL. 74 (E.), 463-482, 2008  HISTORIA Y GENERALIDADES

5. EL FARMACÉUTICO ANTONIO TOMÁS LAUREANO
CALDERÓN Y ARANA (MADRID, 1847-MADRID, 1894)

    Según consta en la partida de nacimiento, expedida en la Parro-
quia de San Luis de Madrid, el 30 de enero de 1868, le bautizó Pedro
de Alba, imponiendo al neófito, nacido el 4 de julio de 1847, los nom-
bres de Antonio Tomás Laureano (25), aunque en su vida académica
y profesional sólo utilizó el último de esos nombres. Realizó sus estu-
dios en Madrid en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central,
alcanzando el grado de Bachiller en Farmacia en 1861, el de Licencia-
do en Farmacia en 1866 y el de Doctor en Farmacia en 1868.

    Su interés por el Análisis Químico no decayó a pesar de que no
obtuvo el premio ordinario al que aspiraba en 1867 en la Facultad
de Farmacia de la Universidad Central cuando cursó la asignatura de
Análisis Química aplicada a las Ciencias Médicas (26), puesto que des-
de el año 1866 era Auxiliar y en el año 1868 fue nombrado Ayudante
de Clases Prácticas y Experimentales de la Cátedra de Análisis Quími-
co que ocupaba el Profesor Manuel Ríoz y Pedraja, en la misma Fa-
cultad y Universidad, cargo que desempeñó hasta 1874 (27), sino que
además años más tarde, en 1880, incluso llegaría a adquirir el célebre
laboratorio de análisis instalado en la calle Carretas de Madrid, que
había sido fundado por los señores Sáez, Utor y Soler (28), efectuan-
do en él toda clase de análisis y no cabe duda que el de las aguas del
manantial de Valdelateja, que justificarían la bondad de la composi-
ción química de sus aguas al objeto de conseguir su declaración de uti-
lidad pública en 1887.

                                     6. PACIENTES

    El Balneario de Valdelateja siempre fue pequeño, acogedor y
apropiado para los agüistas que deseaban encontrar en él el ansiado
descanso y el disfrute de la naturaleza. Por ello no es de extrañar el
número de bañistas que le frecuentaban. La afluencia de bañistas al
balneario, según Ramón Gallo, era escasa debido «a las malas vías
de comunicación y a lo miserable de este país», y en 1895 decreció
«por el malestar pecuniario y económico que se hace sentir profun-
damente en todo el país». La cifra máxima de bañistas se alcan-

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