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VOL. 66, (3) 2000  NECROLOGÍA

Farmacólogo debe ponderar y utilizar o excluir con el fin de que el
medicamento alcance con óptima actividad su objetivo en el organísmo y a
los que el autor consideraba incluidos dentro del término de
"bioequivalencia" y al que tantas veces se ha referido en su Cátedra.
También se ocupaba en este trabajo de lo que entonces constituía la
frontera de la investigación farmacogalénica, como era el diseño y empleo
de portadores medicamentosos de acción selectiva, ya fuera en forma de
nanopartículas, de liposomas en estado paracristalino, de membranas de
eritrocitos o de otros elementos celulares, capaces de producir en el
organismo una correcta respuesta biológica. En todo el estudio pudo
apreciarse, además, su preocupación porque el Farmacéutico recibiera una
formación humana, científica y profesional adecuada, con posibilidad de
conseguir una preparación actualizada de conocimientos que mantuvieran
viva y dinámica su actividad profesional. Terminó su disertación
reclamando a los docentes, a los compañeros, a las autoridades sanitarias y
a la sociedad en general un examen de conciencia que hiciera posible este
comportamiento.

        El Prof. Cadórniga, durante su permanencia como Académico
Numerario, fue un asiduo asistente a las sesiones científicas con destacada
intervención en las discusiones y comentarios sobre los temas más
diversos. Le recuerdo con su fácil y preciso don de palabra preocupado por
defender, en los laberínticos tecnicismos de la Ciencia, el correcto uso de
nuestro idioma para que las traducciones fueran siempre un fiel reflejo de la
realidad científica española. Su dinamismo y capacidad de trabajo, vestidos
de una aparente tranquilidad en su cordial saber estar, nunca le permitieron
dejarse tareas sin terminar, ni excusarse de otros trabajos "extra" que
pudieran llegarle y que con seguridad le iban a restar tiempo de su descanso
y disfrute convivencial en familia. Por eso, en este recuerdo del transcurrir
de la vida académica de nuestro compañero Rafael, es de justicia
mencionar también a la persona que le proporcionaba esa hogareña
tranquilidad y sosiego, que tan necesarios son para mantener la creatividad,
especialmente en lo científico y cultural. A ella, a su esposa, Dña. Irene
Valiño, que también fue una sobresaliente compañera en la profesión
farmacéutica, hemos de reconocer aquí su ejemplar colaboración con el que
de una forma inesperada, en poco tiempo, y con la serenidad que le
caracterizaba, nos abandonó para siempre; por ello, a mi vez, quiero

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