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LILIANA SCHIFTER ACEVES Y COLS.  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

dad terapéutica, muchas de ellas ya presentes, en la primera farmaco-
pea de 1846.

10. CONSIDERACIONES FINALES

    A través del estudio realizado pudimos poner en evidencia algunas
particularidades y semejanzas compartidas por la primera edición de
la Farmacopea estadounidense y la Farmacopea mexicana. Los dos
códigos, en sus inicios, contenían principalmente simples de origen
vegetal, pero a partir de la tercera década del siglo XX la situación
cambia y se observa la exclusión mayoritaria de las plantas a favor de
inclusión de los preparados sintéticos.

    En la actualidad, ambas Farmacopeas contienen un número re-
ducido de monografías de productos vegetales en comparación al
que registran sus homólogas europeas. En el caso del código mexi-
cano, esta ausencia es aun más pronunciada y fue hasta el año 2000
cuando se empezó a dar un cambio con la publicación de la Farma-
copea Herbolaria, la cual forma parte de la FEUM. Esta publicación
marca el inicio del rescate del arsenal terapéutico conocido y usado
en México desde siglos atrás. Avanzar en esta dirección implica el
desarrollo de una fitoterapia racional y de profesionales conscientes
de las posibilidades de esta herramienta terapéutica.

    En el caso de América Latina, la Farmacopea Herbolaria de los
Estados Unidos Mexicanos ha ayudado a subsanar el vacío existente
en la bibliografía oficial acerca de las plantas medicinales autóctonas.
La larga tradición de este continente en el empleo de una materia
médica vegetal que llega hasta el presente, requiere de textos de refe-
rencia bien calificados y avalados por las autoridades pertinentes, que
proporcionen los lineamientos y las normas para la correcta identifi-
cación, recolección, preparación, dosificación y usos terapéuticos de
las plantas medicinales. De ahí que la séptima edición de la FEUM,
incluida su Farmacopea Herbolaria, sea tan valiosa.

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