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JAVIER PUERTO  ANAL. REAL ACAD. NAC. FARM.

prensión de las raíces clásicas del fenómeno, son muy necesarios los
libros de Guy Ducourthial (36), y el ya clásico de Luís Gil (37).

    Un estudio de este tipo, como todos los de Historia de la Farma-
cia, pretende un aumento de la libertad intelectual, la opción a la
originalidad y la dignidad intelectual de quien lo realiza y de quienes
lo leen. Cada día, lamentablemente y de forma artificial, son más
grandes las distancias entre las mal llamadas dos culturas: la cien-
tífica y la humanística; no sucede así entre las grandes figuras, entre
los profesionales maduros, pero sí en los más jóvenes, por la gran
exigencia planteada en quienes quieren colocarse en puestos de fron-
tera. A los de un lado y a los del otro, en mi caso, claro está más a
los científicos, la lectura de una investigación como la propuesta
puede evitarles desviaciones del pensamiento por caminos ya circu-
lados por otros; les facilita la comprensión del desarrollo de la cien-
cia y de la terapéutica a lo largo de la historia; les pone en contacto
con circunstancias sociales, políticas, económicas y personales no
obvias en su preparación curricular y les permite asumir sus propias
decisiones: les da libertad intelectual y con ella aumenta su dignidad
e incrementa sus posibilidades de ser intelectualmente originales.

    Somos enanos —se escribía en la medieval escuela Capitular de
Chartres— pero caminamos a hombros de gigantes. Aunque la ciencia
contemporánea ha supuesto una enorme ruptura con la antigua y
moderna, la tradición tiene un peso fundamental, entre otras razo-
nes porque la ruptura ha sido mucho menor en el ámbito de las
humanidades y, por qué no decirlo, las humanidades reflejan muy
bien a los seres humanos, los auténticos objetivos de cualquier in-
vestigación científico-sanitaria. Debe conocerse la ciencia, pero tam-
bién a sus protagonistas y a quienes van dirigidas las supuestas
mejoras, más cuando se es sanitario y como a Terencio nada de lo
humano debe sernos ajeno.

    Además de estos nobles fines, compartidos con todas las investiga-
ciones histórico-científicas que merezcan el nombre de tales, este tra-
bajo, en particular, pretende ser curioso, entretenido y hasta diverti-
do en ocasiones, pues se relaciona con una parte de la actividad
literaria que, consciente o inconscientemente, han copiado de los
científicos los literatos interesados en una determinada vertiente de
la literatura supuestamente fantástica. Como salta a la vista, lo que

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