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VOL. 72 (4), 661-697, 2006  INFORMACIÓN ACADÉMICA

mente desde que en sus años universitarios conoció al hoy San José
María Escrivá de Balaguer y le conquistó para la causa del Opus Dei,
padre fue una persona practicante de su religión católica, pero no un
practicante para el «exterior», sino íntimamente practicante con unas
convicciones inquebrantables y unas exigencias consigo mismo difí-
cilmente reconocibles.

    Tuve la suerte de acompañarle de manera muy cercana durante
los últimos años de su vida y fue precisamente en esos años cuando
despojado de todo «ropaje» humano más le conocí, más profundicé
en su corazón y más transparente se me mostró y como consecuen-
cia de ello, cuando realmente aprecié su talla, sus virtudes, su jus-
ticia, su equilibrio, su humildad, su control de sí mismo...

    Sin duda es la ceguera de amor de hija lo que me hace decir esas
cosas, y espero se me perdone, pero me gustaría poder expresarme
correctamente para exponer justa y verdaderamente cómo era padre
para que quedara memoria de ello en este «su» libro.

    Practicaba el deporte: diariamente paseaba durante bastantes
minutos; unos tres días a la semana, nadaba. Entiendo que encon-
traba en esta actividad el descanso y la recuperación que su vida
intelectual le requería. Era sobrio y puntual en sus horarios, parti-
cularmente en su horario de comidas y sueño; era difícil sacarle de
su rutina diaria.

    Pero padre no era la suma de los distintos «aspectos» que he
expuesto: por un lado familiar, deportista por otro, más allá religio-
so, y siempre trabajador; no; era un hombre que, como es lógico,
reunía en sí todos estos aspectos; particularmente a mí me llamaba
la atención, o al menos así lo creo, la existencia de un denomina-
dor común que unía todo ello y era la oración, todo lo ofrecía, el
trabajo era oración para él —la dedicación íntegra a lo que hacía,
el trabajo bien hecho, el no perder el tiempo, el aceptar los resul-
tados y los contratiempos, etc.—. La familia era oración para él
—alegrías y penas, las reuniones que tanto le gustaban, etc.—; se-
guro que el deporte también lo era y lo mismo podíamos decir de
otras facetas de su vida, y del conjunto surgió un «todo» armonioso,
un todo cercano, un todo maravilloso, como fue su vida, como fue
padre...

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