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REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA AN. R. ACAD. NAC. FARM.
Con el paso del tiempo no decayó su espíritu de trabajo y ya
jubilado, en sus últimos años, continuaba estudiando y escribiendo
y por supuesto asistiendo asiduamente a las RR.AA. de las que era
miembro.
Mi impresión es que tuvo una vida de total entrega al trabajo,
desarrollando sin descanso los dones naturales —memoria, entendi-
miento y voluntad— que Dios graciosamente la había concedido en
no pequeño grado.
Su intensa entrega al trabajo no le impedía dedicar tiempo —sin
duda fruto del orden que presidía todo su quehacer— a los tres as-
pectos humanos que considero más destacables de su vida: el fami-
liar, el religioso y el deportivo.
Mamá y nosotros éramos para él el centro de su vida. Lo que más
quería. Lo que más le preocupaba.
En lo que a nosotros respecta, aparte del cariño y el ejemplo que
en todo momento nos dio, fue a nuestra educación, a los estudios
y a los idiomas a los que le dio mayor importancia; los cuatro her-
manos hicimos carreras universitarias y a todos nos envió frecuen-
temente al extranjero; fue algo natural, no impuesto, pero tampoco
discutido: en ningún momento de mi vida me planteé «dejar de
estudiar», como era bastante normal en chicas de aquella época; era
una obligación que año tras año se iba realizando casi sin darme
cuenta.
Igual me ocurrió con la Tesis Doctoral —magníficamente dirigida
por María Cascales a la que aún hoy día me une una íntima amis-
tad—, con los primeros trabajos y con el definitivo en el Centro
Nacional de Farmacología de Majadahonda, donde estuve varios años
y del que pedí la excedencia al nacer mis hijas, a cuyo cuidado y
educación aún hoy estoy dedicada.
Padre, aparte del ambiente de estudio existente en casa, siempre
me animó y estimuló para estudiar, para presentarme y obtener las
oposiciones y quizá, sin darme excesiva cuenta, «controló» toda mi
época de formación.
No descubro nada nuevo si recojo aquí que padre fue un hombre
profundamente religioso: desde pequeño en su familia y particular-
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