Anales RANF

Sesión Necrológica @Real Academia Nacional de Farmacia. Spain 322 y Académico Correspondiente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental con sede en Granada. Por último, 16 de diciembre de 1997, fue nombrado académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina, ocupando el sillón número 26, vacante tras el fallecimiento de su maestro, el profesor Piédrola Gil, versando su discurso de ingreso sobre “La causalidad en Medicina”. Le contestó el excelentísimo profesor D. Gonzalo Piédrola Angulo. D. Manuel expuso que el concepto de causalidad es parte de la vida común, pues el hombre desde siempre ha buscado el porqué de las cosas, como una forma de entender y adaptarse al mundo. En medicina, uno de los objetivos centrales de estudio es la identificación de los factores o agentes que causan las enfermedades, con el propósito de establecer tratamientos y sobre todo, para aplicar medidas preventivas. Según afirma su amiga y académica de la RANME, la Prof. Carmen Maroto “si han sido importantes en la vida del Prof. Domínguez Carmona las actividades docentes, sanitarias y militares, quizá la que culminó toda su trayectoria intelectual, fue la Academia Nacional de Medicina, donde encontró un hogar intelectual, rodeado de viejos amigos de la Facultad de Medicina de la UCM. Allí y en esta casa, D. Manuel no solo aprendió, sino que, además, enseñó y nos puso al día, con sus conferencias, sobre temas muy variopintos, desde los aspectos sanitarios de la dependencia tabáquica, pasando por los aspectos sanitarios de la guerra química, el carbunco, el adipocito una célula prodigiosa, la encefalitis espongiforme, el ántrax como agresivo biológico, el interferón y la defensa antiviral, el acoso sexual, el estrés térmico, el terrible problema de la pedofilia, pornografía y salud, contaminación electromagnética, calor y salud o los problemas sanitarios de las drogas de diseño. 8. D. MANUEL, UN HOMBRE DE BIEN D. Manuel fue un sanitario, un militar, un profesor, un académico y un maestro. Consagró su vida a la medicina sintiéndose afortunado y dichoso con la docencia a la que dedicó su vida, pero su espíritu militar le marcó profundamente. Vds. han visto que su currículum es el de un triunfador desde el punto de vista social. Profesionalmente llegó a donde solo llegan unos pocos, pero jamás se sintió un hombre sabio, ni buscó “fama” o la fortuna pues D. Manuel era un hombre sencillo y humilde. Como afirmaba la Prof. Carmen Maroto, la sencillez y la humildad marcaban la conducta de D. Manuel sin la menor concesión al oportunismo, la vanidad, e incluso la vacuidad, características que adornan a todos aquellos que no tienen nada que exhibir. Era un hombre prudente y disciplinado pues su espíritu militar le marcó profundamente, y un trabajador infatigable cuya vitalidad vertiginosa quedó patente en la frase del Prof. Domingo Espinós: “D. Manuel nunca lleva abrigo, ya que con su ímpetu y energía no lo necesita". Siempre le recordaré llevando un fajo de papeles de diferentes tamaños y colores variopintos en permanente equilibrio inestable que parecían a punto de caerse al suelo, entre los que aparecían artículos y hojas en las que realizaba múltiples anotaciones de todo lo que oía y veía y que según él, le interesaba. Y más de una vez le oí decir tras una conferencia: "qué interesante, yo esto no lo sabía". Por su colección de papeles daba la impresión de que vivía en un caos, pero de forma sorprendente D. Manuel tenía este caos perfectamente estructurado en su cabeza, de tal forma que tras leerlos los colocaba en la caja que correspondía y sabía dónde estaba cada cosa. Tenía un carácter abierto que nunca se agriaba, era optimista y cariñoso. Siempre parecía estar de buen humor y la sonrisa iluminaba con facilidad su rostro. Entendió como nadie que la sonrisa es la distancia más corta entre dos personas, y por ello, sus actuaciones siempre fueron ejemplo de amistad, compañerismo y buen hacer. Iba caminando a todas partes y nunca se cansaba. Yo recuerdo salir de esta casa e ir caminando con él Gran Vía adelante para coger mi autobús. Un día le pregunté: Manolo, ¿pero tú donde vives? Su contestación fue: da igual, me encanta caminar y conversar. Hablaba y escuchaba, reflexionaba y respetaba las opiniones de los demás con ansia por aprender, saber y comprender. Pero D. Manuel era un hombre de sólidas convicciones. Era recto en sus principios y cumplía con lo que tenía que hacer, sin retroceder ante lo que creía justo. Como médico y católico luchó infatigablemente sin temor al qué dirán por la vida de los que no han tenido la oportunidad de nacer y no dejó pasar un acto o conferencia en que no lanzara su alegato en pro de la vida. Tampoco aceptaba y combatía la homeopatía y las pseudociencias a las que combatía por todo lo que suponían un engaño, pues "carecen de bases científicas que las sustenten". En los últimos tiempos, pasados los 90 años, D. Manuel fue perdiendo la vista, su paso se enlenteció y empezó a viajar por su mundo interior, habitando entre sus íntimos recuerdos, olvidando el tiempo y el mundo que le rodeaba. Su lengua regresó al silencio y empezó a recorrer de forma inexorable el camino que une este mundo con el cielo que él ansiaba. Y allí llegó este justo sin la menor duda el 12 de junio de 2018. Quiero finalizar con un sentido recuerdo a su esposa Mercedes, quien afrontó con una gran entereza digna de admiración la mayor de las adversidades, la enfermedad, y sus siete hijos (Manuel, José Carlos, Lorenzo, Javier, Alejandro, Mercedes y Soledad) a quienes quería transmitirles que su padre no nos dejó pues su impronta persiste viva entre nosotros. He dicho.

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