Anales RANF

Bartolomé Ribas; Antonio R. Martínez,; Juan Tamargo @Real Academia Nacional de Farmacia. Spain 319 “El médico, actividad sanitaria y académica en la RANME” Excmo. Sr. D. Juan Tamargo Menéndez Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia Excmo. Sr. Presidente Excmos. Sres Académicos Familia del Prof. Domínguez Carmona Señores y Señoras 1. INTRODUCCIÓN Debo empezar mi discurso agradeciendo a la Real Academia Nacional de Farmacia el honor que me ha concedido al haberme permitido participar en esta Sesión Necrológica en recuerdo de nuestro compañero, el Excmo. Sr. D. Manuel Alejandro Domínguez Carmona, catedrático de Higiene y Sanidad (hoy Medicina Preventiva) de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, donde fuimos compañeros de claustro. Los relatores que me han precedido han glosado distintos aspectos de la vida de D. Manuel y a mí se me ha encargado que rememore su vida como médico, sanitario, profesor universitario y miembro de la Real Academia Nacional de Medicina de España. A buen seguro que repetiré algunos detalles que ya han oído, pero las reiteraciones, cuando se realizan desde distintos puntos de vista, ayudan a conocer mejor a la persona cuya figura hoy glosamos. 2. LA FAMILIA D. Manuel nació en Cartagena (Murcia) el 11 de agosto de 1925 y fue bautizado con el nombre de Manuel Alejandro el 24 de agosto de 1925 en la Iglesia parroquial Santa María de Gracia de Cartagena, siendo sus padrinos Manuel Domínguez y Soledad Hernández. Sus padres fueron Dña. Soledad Carmona Bowron, nacida en Cartagena (Murcia) en 1901, y D. Alejandro Domínguez Martín, nacido en Villaescusa (Zamora) en 1896, quien había cursado la carrera de Medicina en Valladolid. La marca genética de cada uno de nosotros está determinada por nuestro árbol familiar y yo querría poner de relieve que D. Manuel nació y se crio en un ambiente médico en el que la salud pública jugaba un importante papel en la vida diaria de su familia. Su padre, D. Alejandro Domínguez Martín, había cursado la carrera de Medicina en Valladolid. Posteriormente, ingresó por oposición en el Cuerpo de Médicos de Puertos y Fronteras y fue destinado primero a San Esteban de Pravia y posteriormente en Mahón, donde se enfrentó a la terrible pandemia de gripe que afectó a la isla en 1918, consiguiendo con simples medidas higiénicas reducir al mínimo su letalidad. Fue jefe de Sanidad del puerto de Cartagena y al terminar la Guerra Civil, fue nombrado jefe provincial de Sanidad de Murcia, debiendo encargarse de las cuarentenas de los barcos que atracaban en el puerto. Se encargaba de desratizar todo barco que llegara de zonas sospechosas de padecer la peste, inicialmente mediante la quema de azufre para producir el gas dióxido de azufre (sulfuración), técnica ya mencionada en La Odisea por Homero pues los griegos ya la utilizaban para eliminar los malos olores del palacio y, posteriormente, gas cianhídrico que se generaba en un aparato cianogeneratriz montado en una lacha de apoyo. Para comprobar que no quedaba gas venenoso volvían a entrar con jaulas con pájaros para comprobar que ya el aire era respirable. Utilizando estas y otras medidas sanitarias, su padre logró eliminar la mortífera epidemia del tifus exantemático (causado por la Rickettsia prowazecki ) y de fiebre botonosa mediterránea (causada por la Rickettsia conorii ) y el tracoma, y reducir de forma muy significativa el paludismo que asolaba las huertas murcianas. Su padre debía ser una persona muy exigente que hacía estudiar a sus hijos diariamente. Pero el resultado fue extraordinario si pensamos que en los años 40 del siglo pasado D. Manuel hablaba perfectamente inglés y francés y tenía nociones de alemán, conocimientos que habrían de jugar un importante papel en su vida profesional. Mención aparte merece su tío, Manuel Domínguez Martín, médico militar a quien admiraba y profesaba un profundo cariño. Él le infundió su amor por el ejército y la medicina. D. Manuel recordaba que durante la postguerra vivía en Madrid en la “Pensión Pepita, viajeros y estables” y visitaba a su tío que estaba destinado en Toledo, y quien le guardaba el pan de la semana para dárselo, hecho que refleja la penuria de un estudiante en el Madrid de la postguerra.

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