Anales RANF

80 Hoy comparezco (he comparecido) ante Uds. para tomar posesión como cuarto presidente de esta Corpora- ción o quinto si contamos la presidencia de Toribio Zúñiga durante la Guerra Civil y undécimo si nos referi- mos también a los que fueron directores. He de empezar dando las gracias a mis compañeros del Pleno de esta Real Academia que, en su generosi- dad, me eligieron el pasado 20 de diciembre, depositando en mí una confianza a la que espero corresponder con responsabilidad, visión de futuro, entrega y humildad. Creo que he tenido los mejores maestros para comenzar esta nueva etapa. Entre ellos, están María Vallet y mi propio padre, ambos académicos de número de esta Institución, su secretario perpetuo D. Manuel Ortega y los presidentes que me precedieron: Juan Manuel Reol Tejada, Mª Teresa Miras Portugal y Mariano Esteban. La Real Academia Nacional de Farmacia es una Corporación de derecho público, cuyo origen se remonta a 1737, pero que no toma forma como tal Academia hasta que, por una Orden del 5 de enero de 1932, firmada por Domingo Barnés, miembro del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, dirigido por Fernando de los Ríos, en el segundo gobierno de Manuel Azaña, pasó a llamarse Academia Española de Farmacia. Por Orden del 27 de julio de 1939, toma el nombre de Real Academia de Farmacia y en el 2003 el de Real Acade- mia Nacional de Farmacia. Dicho esto, miremos hacia el futuro. Parafraseando a Woody Allen: “Nos interesa más el futuro porque es donde vamos a pasar el resto de nuestra vida”. Las Reales Academias del Instituto de España, como la nuestra, no pueden permanecer ajenas a lo que ocu- rre en su entorno social. Al contrario, deben ser sensibles a las grandes cuestiones que se viven en cada periodo generacional. Las Reales Academias deben interaccionar con la sociedad civil y el poder, lo que no siempre resulta senci- llo. Con respecto al poder, se deben transmitir opiniones o sugerir iniciativas. Pero nos hemos encontrado his- tóricamente con una administración reacia a preguntar y valorar aquellas. Afortunadamente, parece que esto va a cambiar con el nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque y con su Secretaria de Estado Ángeles Heras, que han contraído con el Instituto de España el compromiso de visitar y dar la impor- tancia que las Reales Academias se merecen y que ya ha empezado con la visita de la Secretaria de Estado al Instituto de España y a la RAE. Nuestro reconocimiento a ese empeño. Los políticos suelen prometer construir puentes y no los hacen. Sin embargo, en nuestro caso sí que existe uno especialmente realizado para nuestra Academia y también para la de Medicina, por la comisión de sanidad, consumo y bienestar del Senado de España, presidida por la popular Mª del Carmen Aragón. Fruto de ello, son las reuniones periódicas que tenemos con esa comisión. Vaya nuestra gratitud (Sra.) para esa (su) sensible política. Por nuestra parte, debemos tener también presente como objetivo fundamental anticipar nuevos escenarios dando soluciones a cada uno de ellos y abrirnos hacia una colaboración internacional, especialmente con nues- tras Academias amigas de dentro de España y de Iberoamérica. Esta Real Academia Nacional de Farmacia, tiene la obligación de liderar esa cooperación, dentro de su ámbito. La misión específica de nuestra Academia es la del fomento, debate y difusión del conocimiento de las Ciencias Farmacéuticas. Debido a la importancia que tiene el medicamento dentro de la sociedad civil, no hay duda de la singular importancia del servicio social que debemos prestar. Esta Real Academia se dedica, en libertad e independencia, a promover foros, mesas redondas, tertulias o conferencias con debate, que iluminen a los pacientes, gobiernos y a la sociedad civil en general, en la salva- guardia de la salud individual y colectiva. La libertad e independencia de las Academias está garantizada por su sistema de elección por votación se- creta entre los académicos de número y porque sus miembros son profesionales que no están sujetos a una nómina privada o pública en cuanto a miembros de esas Instituciones. Por ello, nuestros debates no están con- dicionados por otro ámbito que no sea la búsqueda de la verdad dentro de una profunda reflexión. Las Academias son un foro de discusión académica, impregnadas por la excelencia de sus académicos, que garantizan un tratamiento eficaz, libre e independiente, para dar una solución actual a cualquier cuestión social, dentro de su espacio. La presencia social de una Real Academia es una consecuencia del trabajo de sus académicos y de su acti- vidad. Aquí nuestro puente con la sociedad es la comunicación de esa actividad. Hemos hecho un importante esfuerzo para garantizar que aquella sea fluida, a través de nuestra web, la re- transmisión en directo y en diferido de nuestras sesiones y la presencia en las redes sociales. Sin embargo, nuestra asignatura pendiente es una presencia mayor en los medios de comunicación que casi solo atienden a las noticias de la RAE o a polemizar con alguno de los trabajos de la RAH, pero relegan al olvido a las demás Reales Academias del Instituto de España e incluso al propio Instituto. La necesidad de tener un gabinete de prensa apoyado por la administración, se hace cada vez más urgente. No somos huellas fósiles de un pasado ilustrado. Las Reales Academias estamos más vivas que nunca ca- minando dentro de la vida cultural y científica de la sociedad.

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